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Al atardecer, los pájaros dueños del cielo que surcan a gran
velocidad cuales expertos, que dominan el aire y sus escrúpulos, sabios sobre
todos los terrestres y marinos, buscan su escondite, buscan refugiarse bajo el
abrigo de un árbol o cueva, la luz naranja de un cielo encapotado les empuja a
ocultarse; es donde termina el día para ellos, es el final del andar confiado y
el comienzo del andar con cuidado, trastabillando en la oscuridad, por eso
prefieren estar escondidos, les da seguridad.
Para el volador el cielo siempre estará allí, siempre estará para darle libertad, para hacer que su esencia
se eleve por encima de todos, No debería el ave esconderse cuando podría
mostrar su valentía al anochecer, pero los ojos se apesadumbran cuando el
estado de luz se oculta y la magia de la luna despliega sus faldas plateadas
dejando todo a medio alumbrar, es donde el despierto protagoniza mostrando su
esplendor, haciendo de la luna su reflector, dejando que la magia corra sin
amedrentarse por su fuerza.
¡Las noches no son eternas pájaros miedosos! Y podrían hasta
ser divertidas, por que así como el sol da su luz y vitalidad, la luna, reina
de la noche, cumple su cometido. Que las sombras sean mayores y el malvado
planee todo a oscuras, solo nos da la oportunidad de una cosa… ¡iluminar!
Al atardecer sentí como el día se iba y comenzaba la noche,
bienvenida la noche de los humanos que vuelan sin alas, que nadan sin aletas y
corren sin patas… bienvenidas las largas noches, maestras de los sabios y musa
de los poetas, éxtasis de los enamorados, y pasión de los amantes… crepúsculo,
puerta de la noche, bríndame tu experiencia, para que de día camine experto por
la vida.
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